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el confidencial
31/05/2018


Las universidades españolas quieren apuntarse al ‘boom’ emprendedor de Oxford

El confidencial  - Lucia Cabarll

Las Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI)nacieron en España a finales de los 80 para sacar la innovación de las aulas y laboratorios universitarios y volcarla en el mundo de la empresa. Junto con otros organismos que integran la red pública de fomento de la I+D+I, asesoran a investigadores, facilitan su relación con agentes externos y les dan las primeras pautas para aventurarse en el pantanoso terreno del emprendimiento.

No obstante, para fundar una ‘startup’ hace falta algo más. Hace falta dinero. La financiación de los proyectos ha sido, en general, la asignatura pendiente de las universidades, que, más allá de premios y modestos incentivos, no disponen de fondos propios suficientes para dedicarlos a compañías 'spin-off'. El apoyo económico, por tanto, siempre viene de fuera, ya sea de manos de inversores privados o de programas públicos.

Pero algunas instituciones de educación superior no se conforman con un papel secundario y deciden impulsar, junto con esos actores externos,vehículos de inversión íntimamente vinculados al entorno académico que pretenden rentabilizar todo su potencial emprendedor. “Que la investigación genere empleo y servicios para la sociedad es un activo para un país, y en la universidad tenemos la obligación de aportar ese activo”, señala a Teknautas David Luquin, Director General de Emprendimiento y Educación de la Universidad de Navarra (UNAV).

 

Fruto de esa responsabilidad, la UNAV incluyó en su lista de objetivos para el 2020 el fomento de la actividad emprendedora, y a finales del 2015 constituyó, de la mano de la gestora Clave Mayor, el fondo UN I+D+i Technology Transfer. La iniciativa reunió un capital cercano los 9 millones de euros, aportados por empresas privadas y la Fundación Universidad de Navarra —juntas sumaban el 70 %— y por Axis (Fond-ICO), que contribuyó con un 30 % de la cifra total a través de una convocatoria de vehículos de inversión lanzada en 2014.

 

El fondo UN I D i Technology Transfer forma parte del programa para fomentar el emprendimiento de la UNAV (Fuente: Universidad de Navarra I Flickr)

El fondo UN I D i Technology Transfer forma parte del programa para fomentar el emprendimiento de la UNAV (Fuente: Universidad de Navarra I Flickr)

 

El fondo ha realizado seis inversiones en 'startups' desde su constitución a finales de 2015. Ideas y tecnologías que, de otra manera, podrían no haber llegado al mercado ni conseguido el empujón económico que necesitaban. “Nosotros ponemos hasta 500.000 euros y, si hace falta más dinero, buscamos otros fondos o inversores para que nos acompañen”, explica Luquin.

El equipo de la UNAV se encarga de hacer la primera criba y crear un “flujo de proyectos” que filtra después la gestora. “Es quien toma las decisiones y elige las iniciativas más viables”, aclara el ingeniero. Una vez se hace efectiva la financiación, acompañan y ayudan a las ‘startups’ —“sobre todo en los aspectos técnicos” —, pero sin pecar de invasivos.

El ejemplo de Europa

El modelo de colaboración de la UNAV sigue el ejemplo de otras universidades europeas como la de Oxford, en la que se ha inspirado Clave Mayor. A finales de los 80, la institución británica creaba una empresa subsidiaria para servir de puente entre la investigación y el mercado. Es decir, para dar salida a la tecnología desarrollada en sus laboratorios e impulsar los proyectos con visos de convertirse en negocios. Rebautizada como Oxford University Innovation(OUI) en 2016 (antes era Isis Innovation), la entidad gestiona patentes y ayuda a los investigadores a fundar compañías ‘spin-off’.

Con el fin de financiar estas ‘startups’ nacidas en el seno de la universidad, la iniciativa cuenta con un fondo de capital riesgo engrosado por inversores externos y administrado por la gestora Parkwalk Advisers, también a cargo de los brazos inversores de las universidades de Cambridge y Bristol.

Los de Clave Mayor estudiaron en profundidad este modelo de transferencia tecnológica para importarlo y adaptarlo al ecosistema español. Empezaron con la UNAV, pero desde 2016 trabajan también con la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) gestionando el fondo Tech Transfer UPV, impulsado por el Consejo Social de la Universidad Politécnica de Valencia.

Empezaron con la UNAV, pero desde 2016 trabajan también con la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) gestionando el fondo Tech Transfer UPV

Debido al carácter público de la universidad levantina (la UNAV es privada), en su caso no hay contribución económica propia. Como en Navarra, el 30% del fondo es público y el 70% restante proviene de los bolsillos de 28 empresarios y profesionales valencianos y de Castellón de diferentes industrias. “Algunos quieren devolverle a la universidad parte de lo que les dio en el pasado, otros lo hacen por acceder a la tecnología antes de que llegue al mercado”, dice Pedro de Álava, director de inversiones de Clave Mayor.

Uno de los secretos del éxito de este esquema de inversión es el contacto directo con la OTRI y el entorno académico. Estar presentes físicamente en la universidad les permite conocer de cerca los proyectos, los equipos de investigación y observar su desarrollo. “No solo tienes un acceso privilegiado a investigadores de primer nivel y a tecnologías, sino que también puedes apreciar cuáles tienen más posibilidades de llegar al mercado”, explica el valenciano.

Desde fuera del ámbito educativo reciben otro tipo de apoyo. Por un lado, de manos de coinversores para “compartir el riesgo y la capacidad financiera”, indica De Álava. Por otro, recurren a profesionales del sector en el que se enmarca la ‘startup’ para que actúen como asesores. Una experiencia que también aportan los empresarios que participan en el fondo. “Muchas veces son ellos los que tienen los contactos o los que encuentran una aplicación a las tecnologías”, señala el directivo de Clave Mayor.

 

Tech Transfer UPV ha invertido en ‘startups’ como QUIBIM, AWSensors y AEROX Advanced Polymers (Fuente: Tamorlan I Wikimedia Commons)

Tech Transfer UPV ha invertido en ‘startups’ como QUIBIM, AWSensors y AEROX Advanced Polymers (Fuente: Tamorlan I Wikimedia Commons)

 

Aunque los de la UPV y la universidad navarra son los dos ejemplos más recientes, no es la primera vez que se levantan fondos siguiendo esquemas similares al promovido por Calle Mayor. En 2006 fue la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) la que entró a formar parte, junto con la firma de capital riesgo italiana Quántica y la Corporación Tecnológica Tecnalia, de la sociedad de inversión Axón Capital (hoy Axon Partners Group).

La sociedad de capital riesgo UNIRISCO es algo más antigua. Nació en 2001 como una iniciativa de la Universidad de Santiago de Compostela respaldada por grupos industriales y financieros gallegos como Inditex o Banco Pastor, a la que se unieron poco después las universidades de La Coruña y Vigo. Hoy en día, su gestión es independiente de la academia, pero las universidades continúan siendo accionistas y participan en la transferencia de tecnología y conocimiento a través de las OTRI.

Después de 17 años, seguimos funcionando con los retornos que hemos obtenido de las inversiones.

“Después de 17 años, seguimos funcionando con los retornos que hemos obtenido de las inversiones. El capital social que se puso en 2001 se ha multiplicado varias veces, no ha sido necesaria ninguna ampliación ni aportaciones adicionales”, explica Yolanda Falcón, directora de inversiones de UNIRISCO.

La experiencia fue tan positiva que, en 2006, el equipo de la sociedad decidió ampliar la iniciativa a nivel nacional. Con este fin crearon UNINVEST, una gestora de capital de riesgo que despegó con un fondo de 18 millones de euros para inyectar en empresas ‘spin-off’ de cualquier universidad o centro de investigación español y que también colabora estrechamente con las OTRI para detectar los proyectos con mayor potencial.

Diferencias y falta de incentivos

A pesar de los grandes beneficios de las alianzas entre universidad y el sector privado para transferir tecnología y talento, su colaboración deja entrever las diferencias entre ambos mundos. “No es fácil que la empresa se sienta cómoda en una universidad: necesita soluciones y resultados rápidos y nosotros somos un poco lentos, hay una diferencia de tiempos”, admite Luquin.

Si bien no existe un rechazo en el ámbito académico a la inversión de capital en proyectos y tecnología, lo cierto es que faltan incentivos. Así lo cree De Álava, quien asegura que el personal docente e investigador no recibe ningún tipo de compensación económica o prestigio por transferir el conocimiento. Tampoco tenemos “esa fuerte cultura emprendedora” palpable en el mercado anglosajón.

 

(Foto: EFE)

(Foto: EFE)

 

De todas formas, este tipo de modelos no tienen aún suficiente recorrido ni alcance en nuestro país. Con un poco de tiempo, coinciden Luquin y De Álava, se acabarán extendiendo y consolidando. “El primer fondo de Oxford fue de cuatro millones de libras, lanzaron cinco más y el último ha sido de 300 millones”, destaca el director de Clave Mayor.

La gestora ha llegado a acuerdos con otras universidades españolas, como la de Mondragón o la de Valencia, y mantienen conversaciones con otros centros. Nuevas incorporaciones que contribuyen a alimentar el tejido emprendedor patrio con el talento horneado en aulas y laboratorios.



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